
Al parecer, se trata de un asaltante serial que ya robó con el mismo modus operandi varios negocios del rubro. Al culminar cada ilícito, el delincuente tiene como costumbre arrojarse sobre una de las muñecas, para apagar sus pasiones al calor del plástico de la acogedora silueta.
Luego de brindar varios datos a la Policía de Australia, que intenta construir el perfil del ladrón, el dueño del local asaltado aseguró que el hecho delictivo fue “algo totalmente bizarro", según comentó el periódico The Cairnes Post.
Todavía hay debate entre los abogados australianos y los miembros del Poder Judicial acerca de si las relaciones forzadas con una mujer de plástico deben considerarse violación o simple juego libidinoso. Al parecer, al fogoso asaltante poco le importa, y ya está estudiando los catálogos de otros negocios para escoger su próxima Barbie.
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