NOTICIA BOMBA: LA LUZ SE NUTRE DE ARMAS NUCLEARES

1/12/09

Al calor de la guerra fría (vaya incongruencia térmica), Estados Unidos y la ex Unión Soviética no sólo corrieron para ver quién ganaba el maratón al espacio, sino que se preocuparon también por lograr la mayor cantidad de armas de destrucción masiva que fuera posible. El objetivo era que si se desataba esa suerte de podrida universal, que tan bien parodió el TEG, una de las superpotencias pudiese liquidar a la otra antes de que sonara la campana.

La tercera guerra global nunca se llevó a cabo, al menos en los términos de devastación con los que se especulaba, pero el mundo quedó regado de bombas (grandes y pequeñas), misiles y todo tipo de trasto nuclear en condiciones de ser detonado si alguna situación lo ameritaba.

A principios de la década del ´90, con la guerra fría ya en el freezer (¡cuac!), rusos y estadounidenses se comprometieron, a través de diversos acuerdos, a reducir sus respectivos arsenales nucleares para evitar que un dedo inquieto, ajeno a los vaivenes de la historia, pudiese activar algún botón rojo. Fue así que se inició el mentado desarme nuclear de las superpotencias. Desarme a medias, obvio, ya que tampoco podía esperarse que la Federación Rusa o Estados Unidos pecasen de ingenuos, y se proclamaran pacifistas.

Ahora bien, fue allí, con el desarme parcial, que comenzó la paradoja iluminista (en términos eléctricos, no filosóficos, eh). Las bombas atómicas y otras armas similares que poseían uranio enriquecido empezaron a ser desmanteladas. A través de un tratamiento especial, los componentes del armamento nuclear fueron desactivados y reconvertidos en una sustancia combustible. Y ese combustible, cuya base es el uranio empobrecido, sirvió después para alimentar los reactores nucleares que, en Estados Unidos, producen electricidad.

De esta forma, se dio la paradoja de que el material de las viejas bombas desactivadas terminó siendo “la nafta” de las centrales atómicas de EE.UU., que brindan luz a millones de estadounidenses. Lo extravagante del asunto es que muchas de las armas nucleares que hoy en día permiten iluminar los hogares norteamericanos provienen de la vieja Unión Soviética.

Al respecto, en el suplemento Radar (versión impresa) del 15 de noviembre, se explica que “en los últimos 20 años, sin que muchos norteamericanos se hayan enterado, el desarme nuclear se volvió una parte integral de la industria de la electricidad”. Es más, “el 10% de la electricidad que se produce en Estados Unidos proviene del combustible de bombas nucleares desmanteladas”. Bombas estadounidenses, y también rusas… porque en este planeta delirante, lo que no te liquidó ayer, bien te puede iluminar mañana.

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