SANTO LADRÓN

14/11/08

Una tarde de 2001, mientras en Argentina comenzaba a hacer eclosión una de las crisis socioeconómicas más graves de la historia, en Bristol -sudoeste de Inglaterra-, Imran Ahmed, el dueño de una tienda de comida india, soportaba de manera estoica un nuevo robo en su comercio.

Eran cerca de las cinco de la tarde cuando, en medio de una persistente llovizna, un joven se metió en el negocio de Ahmed, lo amenazó, se alzó con un montón de cigarrillos y luego huyó a la carrera. Cinco minutos después, y todavía desorientado por el episodio, el comerciante contuvo su incipiente rabieta y decidió olvidar el episodio.

Sin embargo, hace algunos días, aquel robo volvió a la mente de Ahmed cuando recibió en su negocio una carta y un cheque. Créase, o no, el ladrón se comunicaba con su víctima, después de siete años. El mensaje decía:
"Querido señor, escribo esta carta para enmendar algo que hice en el pasado. En aquella época consumía muchas drogas y mi vida era un lío. Ahora ya no tomo y me esfuerzo por llevar una vida decente y honesta".

En otro de los párrafos, el anónimo ex ladrón continuaba con las explicaciones y decía que, como parte de su recuperación, estaba buscando enmendar las faltas que cometió en el pasado: "Lamento el daño que le causé y sinceramente le presento mis disculpas".

Además de la carta, Ahmed recibió un cheque de cien libras, como una pretendida indemnización por el delito. El comerciante aseguró estar muy contento con la actitud del otrora ratero y adelantó que donará las cien libras a una organización benéfica de lucha contra las drogas.

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