Tres o tres y media de la tarde. Los ojos dejan de responder al mando de quien los detenta y, de a poquito, hacen presión para cerrarse. La respiración corre, pero ahora en cámara lenta. Una suerte de piadoso sopor vuelve frágiles brazos y sentidos. La cabeza se obstina en caer abruptamente para uno de sus costados (casi siempre el izquierdo)... El ser humano en cuestión percibe que se está durmiendo. Sin embargo, una resistencia que brota de su decálogo de responsabilidades le hace pensar: ¡no puedo!Amigo, amiga...libérese. Ponga rumbo a Singapur, encuentre un espacio sombreado y, como los transeúntes de la foto, rehágase en un sueño.
Foto: Reuters / Singapur
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