
El engaño no fue descubierto por los clientes después de probar los platos con la supuesta carne de cordero, ¡no, señor! Sólo se dieron cuenta que había “gato encerrado” (perdón, perro encerrado), cuando un comensal sentado cerca de la puerta de la cocina observó cómo introducían unas grandes bolsas, en cuyo interior “algo se movía y gemía”.
En esas circunstancias los clientes comenzaron a dudar y alguien hizo una denuncia. Las autoridades rusas investigaron y comprobaron que no había cordero en la cocina, sino carne de perros callejeros que eran cazados en la ciudad y, posteriormente, ultimados en el propio restaurante. Las entrañas de los canes eran usadas para hacer sopa y el resto se servía en diferentes platos como si fuese cordero. La cadena fue cerrada bajo acusación de producir alimentos peligrosos para la salud y tratar cruelmente a los animales.
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