CARIDAD BOLIVARIANA

23/4/09

Durante la última Cumbre de las Américas, además de un ejemplar de “Las venas abiertas de América Latina”, Hugo Chávez (en nombre de Venezuela) le obsequió a Barack Obama un pedazo de tierra: la isla Petty, una franja de 214 hectáreas que se alza sobre el río Delaware, próxima a la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos.


¿Cómo es eso de que Venezuela era propietaria de una isla norteamericana?, podría preguntarse usted. Bueno, antiguamente, ese archipiélago fue hogar de la tribu Lenni-Lenape y, hacia fines del siglo XVII, una mujer llamada Elizabeth Kinsey se estableció allí luego de comprarla. A partir de ese momento, se sucedieron los propietarios y las actividades: la isla fue centro del comercio de esclavos, campo fértil para loterías ilegales, escenario de célebres duelos y, por último, sede de la producción petrolífera. Así fue como llegó a manos de la empresa Citgo, una firma petrolera privada que, con el tiempo (en 1986 el Estado venezolano adquirió el 50% de las acciones y, en 1990, compró la mitad restante), se convirtió en una filial de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).


De esta forma, aunque cueste creerlo, el Estado venezolano (a través de una de sus empresas más conocidas) se hizo dueño de una minúscula parte de EE.UU. y, caridad bolivariana mediante, ahora se dio el lujo de obsequiársela a los norteamericanos. En términos formales, la isla Petty fue donada al estado de New Jersey, para que desarrolle un proyecto medioambiental y cree un refugio de flora y fauna salvaje. Ese trabajo permitirá recuperar la salubridad de la isla, luego de décadas de contaminación petrolera.


El regalo de los venezolanos, que bien podría implicar el retorno de Petty a la vida silvestre (y por ende el final de los aceitosos residuos del petróleo), fue recibido con júbilo por las comunidades vecinas a la isla y las organizaciones ambientalistas… al menos por un rato, USA festejó un gol bolivariano (y lo que explotaron no fueron las tribunas, sino las ventas del imborrable libro de Eduardo Galeano).

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