CUANDO LA SEGURIDAD ASUSTA (Y MATA)

11/6/08

En Río de Janeiro, Brasil, la población está asustada. Si bien las causas del julepe son varias, se puede decir que en estos días el ranking del miedo está encabezado por un asunto: el tiempo libre de las fuerzas de seguridad.

El tema es que no son pocos los policías, bomberos, guardias del servicio penitenciario y hasta militares que, en sus ratos de ocio, forman parte de grupos parapoliciales (también llamados "milicias") que dominan algunas favelas cariocas.

Estos grupos armados surgieron (según ellos mismos argumentan, a modo de pretexto) como herramienta para combatir a las bandas de narcos que también pugnan por controlar las favelas. Los escuadrones parapoliciales, además de estar integrados por miembros de fuerzas de seguridad en actividad, también incluyen agentes exonerados, y se sustentan cobrando a los vecinos del barrio una tasa por seguridad (así, al menos, la denominan ellos). También logran un importante lucro al vender garrafas de gas a los pobladores, y al distribuir (y cobrar) una señal de televisión por cable que roban a la empresa prestadora.

No hace falta tener un posgrado para darse cuenta que el tiempo libre de estas fuerzas paraestatales está muy bien remunerado, ya que con la excusa de combatir al narcotráfico han conseguido montar un negocio sucio, criminal y asustador.

Por estos días, los habitantes de la favela do Batan, en Realengo, Río de Janeiro, han descubierto hasta qué punto el autodenominado remedio es mucho peor que la enfermedad: El diario carioca “O Dia” había decidido mandar al barrio un grupo de reporteros para hacer un artículo sobre el accionar de los parapoliciales que dominan el lugar. La banda consiguió detectar al equipo de prensa, secuestró a los periodistas y, luego de una larga sesión de tortura, los dejó libres, amenazándolos de muerte si contaban lo sucedido.

Finalmente, el diario hizo la denuncia ante la Justicia brasileña y los fiscales investigan ahora a un grupo de policías en actividad, ya que se sospecha que estuvieron involucrados en el secuestro y tortura de los reporteros. Por su parte, los periodistas agredidos permanecen escondidos en lugares secretos de Río (con atención psiquiátrica, obviamente), sus familias fueron trasladadas de la ciudad, y todos los integrantes del diario viven temerosos de alguna represalia. Sucede que en este mundo desquiciado, quienes dicen protegerte, a veces también te matan.

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