EL ARTE NO TIENE PAPEL, SINO LADRILLOS (HUECOS)

23/1/08

Hace mucho tiempo, interrogado por enésima vez acerca del papel que le atribuía al artista y a la obra de arte, el trovador cubano Silvio Rodríguez respondió (no sin cara de cansancio) que, desde su óptica, el arte y el artista no tenían un papel determinado. Ese supuesto papel (con mayúscula), que ciertos intelectuales le asignaban casi en tono de obligación tanto al artista como al arte, era algo incomprensible para el cantante. Rodríguez (o Silvio, bah) aseguraba que hay tantos papeles como artistas, y cada artista juega su propio papel a través de la obra, a veces solo, otras acompañado.

Lejos de los devaneos intelectuales y, aunque de manera inconsciente, en línea con esta idea que niega la existencia de papeles y significados predeterminados para el arte, un grupo de chicos brasileños de la favela Pereirão, en
Río de Janeiro, inició hace diez años un juego que hoy se transformó en obra de arte: Morrinho.

En los ´90, al igual que hoy, en la favela además de comodidades faltaban juguetes, y un puñado de niños comenzó a construir con ladrillos huecos una especie de maqueta gigantesca que intentaba ser una réplica del lugar donde vivían. Cada tarde, los “garotos” se reunían, agregaban un nuevo pedacito a la favela en escala, la coloreaban, le incorporaban muñequitos, autitos y otros chiches hechos con todo tipo de material de descarte. De esta forma, con el paso de los meses y años la maqueta se extendió, recreando la vida del barrio, con sus casas, vecinos, animales domésticos, vehículos, bares, almacenes, escuelas, policías y bandidos.


A tal punto llegó la obra que, según cuentan en el Pereirão, un comando especial de la policía amenazó una tarde con destruirla pensando que se trataba de un trabajo en escala encargado por los narcos de la zona, para poder planificar sobre la maqueta algún asalto a una favela vecina. Alguien pudo convencerlos de que no era así, y el jefe del operativo pasó de la hipotética destrucción a la admiración de la “favelinha”.

Una década después, el Morrinho (nombre con que se conoce al barrio en miniatura) ocupa un espacio de 300 metros cuadrados en la parte superior del Pereirão y, al igual que la favela que le sirvió de modelo, está diseñada verticalmente para aprovechar cada espacio del morro. Los niños de entonces hoy son jóvenes o adolescentes, y su antiguo juego ya es considerado por medio planeta como una obra de arte. Sus propios creadores viajaron a distintos lugares del mundo, donde participaron en bienales y festivales culturales que los tuvieron como protagonistas principales. Allí construyeron instalaciones artísticas que actuaron como réplicas del auténtico Morrinho (que, vaya paradoja, también es una réplica del Pereirão).


Morrinho no sólo es el orgullo de los habitantes del Pereirão, sino que también ha dado lugar a una ONG que promueve visitas turísticas al lugar, cursos de capacitación para los habitantes del barrio y un original proyecto de televisión: TV Morrinho, donde los chicos de la favela, a través de videos, crean historias que tienen como protagonistas a los personajes de juguete que habitan en la maqueta. Algunos de esos videos pueden verse en el canal infantil Nickelodeon.

Aunque nadie en el Pereirão pretendió nunca el papel de artista, la obra se abrió paso a fuerza de juegos, imaginación y ladrillos huecos... Para cerrar como empezamos, podríamos (atrevidamente, claro) parafrasear a
Silvio Rodríguez y decir que el arte, al igual que “el sueño, se hace a mano y sin permiso”.



En este video puede verse a los creadores de Morrinho armando una instalación artística (réplica de la maqueta original), con la que participaron en una bienal de París:

En este video puede observarse una de las historias que los chicos de la favela crearon a través de TV Morrinho (los personajes son los propios muñequitos que habitan en la maqueta de 300 metros cuadrados que corona el morro Pereirão):

0 comentarios: